Stephen Fairclough teme que la introducción progresiva de dispositivos electrónicos que miden y registran señales fisiológicas como el pulso, ritmo cardíaco y otras señales vitales se convierta en una información que pueda ser usada con fines abusivos.
La información fisiológica de una persona es una información que le pertenece a esa persona. Quien más y quien menos tiene una consola Xbox One. Esta consola tiene un sensor que mide el ratio cardíaco para juegos de ejercicio. Pero también se puede usar para "publicidad diana".
A través del ritmo cardíaco se puede saber el estado anímico de una persona y la información obtenida puede usarse para valorar publicidad de la televisión, mitines políticos o el estado anímico de alguien en situaciones concretas.
Descodificar las respuestas eléctricas del cerebro y transducirlas con algoritmos específicos a fuerza mecánica pueden ayudar a crear interfaces o prótesis neuronales para a personas con trastornos motores que les facilite su vida diaria y funcionalidad.
Los científicos pueden utilizar esta información para crear tecnología que responda a la circunstancias y se adapte a las condiciones de la interacción maquina-hombre.
Pero también tienen su lado oscuro.
La tecnología del laboratorio con dispositivos aparatosos que miden variables fisiológicas se está transformando en una tecnología móvil y ubicua que esta empezando a aceptarse socialmente. La ubicuidad y ambulatoriedad de esta tecnología hace que un smartphone con cámara y la apropiada "app" puedan medirte remotamente el ritmo cardíaco a partir de la cara.
La pregunta que suscita toda esta clase de dispositivos de computación fisiológica de datos personales es quién tiene derecho a usar esta información. Esta información es muy valiosa para la industria aseguradora, el marketing y las fuerzas de seguridad.
El control y la protección de estos datos debe ser similar al de los registros médicos porque de hecho son médicos, nos recuerda Fairclough
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Fairclough, Stephen (2014). Physiological data must remain confidential: Electronic devices that track our emotions, heart rate or brain waves should be regulated to protect individual privacy. Nature
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